El Ártico es un lugar que acapara noticias alucinantes como esta de 2018: el descubrimiento de la cabeza de un lobo gigante de hace 40.000 años con el cerebro intacto. Pero este verano de 2020 está siendo el foco de otros titulares tremendamente impactantes y que deberíamos conocer,

Foto: Albert Protopopov. Siberian Times

¿Os ha llamado la atención la imagen de la cabeza del lobo? Pues a finales de julio de 2020 se descubrieron en el lago Pechenelava-To, en Rusia, restos de un mamut bastante bien conservados.

Por cierto, no es el primer mamut que se encuentra en esas condiciones en esta parte del planeta, mirad este bebé (y tenéis más ejemplos en el artículo que os referenciaba en la imagen de antes [y ahora])

Imagen: Wikipedia

Un estado que nos indica las condiciones de conservación que tiene que haber: esto tiene que estar congelado. Este suelo congelado, llamado permafrost, mantiene así de bien mamutes, lobos… pero también puede conservar en estado latente algunas enfermedades. De hecho, ya hemos visto ejemplos con brotes de ántrax que se mantenía latente en cadáveres de animales congelados (vaya, esto da miedito…).

¡Y más cosas! Además de buen conservante, el suelo de esta parte del planeta tiene otras propiedades que lo están llevando a acaparar otros titulares. Esto nos lleva a otra noticia que hemos visto sobre la cantidad de incendios en el Ártico que nos dejan datos asombrosos de emisión de CO2, así como imágenes como estas de aquí del pasado 25 de julio, los llamados “incendios zombis”.

Imagen: Terra/MODIS Worldview NASA

El tipo de suelo de esta zona del planeta es rico en materia orgánica y puede mantener incendios en estado latente haciéndolos resurgir al cabo de un tiempo en un lugar distinto a donde se originaron. Precisamente esto os lo contamos en este post de Aquí la Tierra, RTVE.

Por si fuera poco, este suelo alberga grandes cantidades de gases de efecto invernadero, como el metano que es más potente que el CO2, aunque dure menos en la atmósfera. Claro, si el suelo está congelado, estos gases se quedan ahí…pero se liberarán si lo calentamos y el hielo se derrite.

Ya podéis imaginar lo que esto implicaría: una emisión de gases que retroalimentaría el calentamiento global, causando más deshielo, más derretimiento de permafrost que emitiría más gases…así sucesivamente. Preocupante, ¿verdad? Precisamente, este es uno de los puntos críticos del cambio climático.

Lo peor de todo es que es algo que está ocurriendo ya. Todo esto ha sido alimentado por un episodio de altas temperaturas en el Ártico durante el primer semestre de 2020, cuyo culmen nos dejó hasta 38ºC (que se dice pronto) y que difícilmente se entendería sin el cambio climático.

Y aquí os voy a hacer una confesión personal: no soy demasiado partidaria de utilizar el Ártico para comunicar cambio climático porque parece que sólo es un problema de “osos polares” (osos que, por cierto, podrían desaparecer prácticamente para 2100). Pero en ocasiones es muy necesario poner estas cuestiones en su contexto porque, en realidad, lo que ocurre en el Ártico nos afecta mucho más de lo que creemos.

A medida que vayamos teniendo temperaturas mayores, también tendremos menos extensión de hielo en esta zona. Este 2020, la extensión de hielo ártica es la menor jamás observada en julio desde comienzos de las observaciones de satélite.  (Bueno, pero el hielo está ahí lejos, ¿no? ¿Cómo nos afectaría eso?)  

La cuestión es que perder hielo es problemático porque, entre más cosas, es como un “espejo” que hace rebotar parte de la radiación que nos llega del Sol. Menos hielo, más radiación que nos quedamos, más calentamiento, más permafrost derriténdose, más metano y CO2, más cambio climático y así volveríamos a retroalimentar el calentamiento global.

¡Y no sólo eso! Las teleconexiones climáticas hacen que lo que ocurre en el Ártico también se note en otros puntos del planeta donde vivimos la mayor parte de la población.

Como veis, lo que ocurre en el Ártico nos afecta a todo el globo y…bueno, también es importante conservar los ecosistemas de esta zona, sobre todo si es un entorno tan vulnerable que se calienta más o menos al doble de velocidad que la media del planeta.

Y ya voy llegando al final. Debemos seguir luchando contra el cambio climático desde todas las partes del mundo. Es fundamental para proteger el Ártico y que, de esa forma, el Ártico no empeore las consecuencias de la crisis climática en el resto del planeta. ¡Nos vemos en el próximo artículo!