El 29 de septiembre de 2020 se celebra el primer Día Internacional de Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos, un buen día para la reflexión sobre nuestra relación con la comida.

Hagamos un ejercicio… abrid la nevera, la despensa y mirad lo que hay dentro, ¿qué veis? Yo abro la mía y veo mucha verdura, leche, huevos, algo de queso, algo de carne, legumbres, arroz… me voy a quedar con el arroz (por ejemplo) y miremos más allá.

Para mí ha sido muy sencillo adquirirlo. Bajé al supermercado y lo compré. Fin. Pero la vida de este bote de arroz es mucho más complicada. Se estima que para conseguir un kilo de arroz se necesitan cerca de 1700 litros de agua. ¿Sorprendidos? Eso sin contar el trabajo de recolectarlo, tratarlo, meterlo en el envase, llevarlo hasta la tienda donde lo he comprado…

Vamos con más productos, como unos deliciosos filetes. ¿Qué veis? Pensad la pedazo cadena que hay para que haya llegado hasta nuestra nevera. ¡Pero no penséis sólo en el animal! Daos cuenta de que se han utilizado recursos para generar alimento para él, se lo hemos llevado y luego su carne la transportamos a otros lugares…

¡Y esto es aplicable a cada uno de los alimentos que tenemos! Cada gramo de comida que nos llega tiene muchísimo trabajo detrás. El sector alimentario es el mayor empleador del mundo y, a la vez, uno de los que más impacto dejan en el medio.

Se estima que el 70% del agua dulce se destina a la agricultura. Además, cada vez demandamos más recursos alimentarios, lo que está favoreciendo que se emitan más gases de efecto invernadero y pérdidas de ecosistemas y biodiversidad.

En definitiva, es muy importante ser conscientes de lo que realmente tenemos dentro de la nevera y despensa pero, sobre todo, de lo que ha terminado en otro sitio: la basura. Se estima que terminan perdiéndose entre un 25-30% de los alimentos que se producen. Esto supuso entre un 8-10% de las emisiones de gases de efecto invernadero entre 2010 y 2016.

Sí, esa cantidad es asombrosa lo miremos como lo miremos… y aterradora si además tenemos en cuenta que en el mundo 1 de cada 9 personas está subalimentada. Según el Programa Mundial de Alimentos, unos 135 millones de personas sufren hambre severa y la pandemia de COVID-19 podría duplicar ahora esa cifra.

Y es más, porque los riesgos alimentarios no terminarán con la pandemia. El cambio climático también seguirá afectando a la seguridad alimentaria, por ejemplo, reduciendo el rendimiento de algunos cultivos. Al final, como veis, terminan estando muchas cuestiones conectadas y pueden retroalimentarse.

Volviendo al desperdicio de alimentos, vale, no toda la comida se termina tirando en las casas… hay un porcentaje que se desperdicia a lo largo de toda la cadena, pero es importante que desde nuestros hogares tomemos conciencia de la importancia de consumir de forma responsable. Procurar comprar productos de proximidad (ojo, esto no es comprar en la frutería del barrio 3 kg de kiwis del otro lado del mundo), de temporada, desperdiciar lo menos posible…

¡Y ya termino! Cada gramo de comida tiene un largo recorrido detrás, una historia que no debe tener una gran huella en el medio y que no podemos permitir que termine en la basura (al igual que no tiraríamos billetes en un contenedor). Hagamos lo que esté en nuestra mano para que así sea porque, aunque nos pueda parecer mentira, nuestras decisiones individuales cuentan ¡y mucho!