Tener una nube encima o no tenerla puede marcar una diferencia notable, sobre todo si está sobre hielo. La cosa se pone interesante en el Ártico, donde cuesta reproducir cómo se forman esas nubes. Pues bien. un estudio ha descubierto una posible fuente masiva para la generación de nubes en esta zona del planeta. Interesantísimo, ¡os cuento!

Antes de empezar, os dejo el artículo original en el que voy a basar esta explicación (que ya os adelanto que es súper interesante) y un agradecimiento enorme a Alfonso Saiz, coautor de dicho paper y que me ha ayudado mogollón para elaborar este post. Ahora sí, ¡vamos al lío!

Lo primero, ¡pregunta! ¿de qué están formadas las nubes? ¿He oído “vapor de agua”? MEEECK, ¡ERROR! Lo que forman las nubes son gotitas de agua (el vapor es un gas y es trasparente). Ahora bien, ¿sabías que no puedes formar una nube sólo con agua? Es muy, muy, muy difícil formar una gotita sólo de agua. Se necesitan lo que conocemos como “núcleos de condensación”, unas partículas pequeñas en las que el agua o el hielo se va “pegando” alrededor y termina formando las gotas de las nubes, copos de nieve…

¿Cómo conseguimos un núcleo de condensación?

Los núcleos de condensación pueden ser sales marinas, polvo… hay diferentes formas de tenerlos y es muy importante conocer de dónde vienen y cómo llegan a la atmósfera. Sobre todo, es importante conocer estos detalles para introducirlos en los modelos climáticos, que son una herramienta fundamental para entender el clima.

Para el caso del Ártico, los modelos no son capaces de representar algunas cosas que pasan ahí. Entre esas cuestiones que no reproducen de forma precisa están las nubes y sus propiedades.  Claro, esto es problemático teniendo en cuenta que tener nubes (o no) encima del hielo puede afectar a su espesor, extensión… así que es fundamental que los modelos sepan cómo se forman las nubes en el Ártico. La verdad es que no se partía de cero, se conocían algunos procesos que aportaban esos núcleos de condensación (recordad, los que forman las nubes) en el Ártico pero no podían extrapolarse al Ártico central… hasta ahora.

Durante una expedición en 2018 se dieron cuenta de que había una sustancia que estaban pasando por alto y que era la principal fuente de la formación de esas partículas en el Ártico central: el ácido yódico.

¿De dónde vienen esas partículas de yodo?

¿De dónde viene y cómo llega el yodo hasta la atmósfera? De forma resumida, está relacionada con la actividad biológica en el agua, el hielo marino y del grosor de éste: cuanto menos grueso sea el hielo, más se emitirá porque los organismos estarán más cerca de la atmósfera.

¡Pero hay más! Porque resulta que la emisión de yodo desde el agua o estas superficies congeladas puede aumentar con una concentración mayor de ozono troposférico. Quedaos de momento con estas ideas del grosor del hielo y del ozono, que volveremos enseguida con ellas.

(Nota: por supuesto, esto tiene muchos matices, cómo crecen las partículas para convertirse en estos núcleos, qué tamaño tienen que tener para “entrar en acción”… viene todo en el artículo que os he referenciado al principio por si tenéis interés.)

Vamos a continuar con la importancia del yodo. En realidad, desde hace 20 años se sabía que estas sustancias podrían formar núcleos de condensación… ¡pero no se conocía bien cómo lo hacían! Y este es uno de los puntos fuertes de este estudio. Pero hay más, porque no solamente se demuestra cómo se convierten en esas particulitas, sino que se pone de manifiesto que esta forma de nucleación descubierta es una fuente masiva de aerosoles para el Ártico, que normalmente se caracteriza por tener bajas concentraciones de ellos. De esta forma, se da luz a algo que se llevaba buscando décadas: emisión de yodo, la formación de nubes y el clima Ártico.

Y, ojo, porque esto se pone tremendamente interesante si tenemos en cuenta que las emisiones de yodo a la atmósfera se han TRIPLICADO en los últimos 70 años como consecuencia del aumento de ozono troposférico relacionado con las actividades del ser humano. (Ya os había dicho que os quedaseis con la idea del ozono y lo del grosor del hielo en la cabeza…) ¿Y qué más cosas están cambiando? Precisamente, el grosor del hielo está disminuyendo y, cuanto menor es, más yodo se emite a la atmósfera.

¿Qué pasará con el cambio climático?

Y esto nos lleva inmediatamente a la siguiente pregunta: ¿Qué pasará con el cambio climático? Se estima que las concentraciones de ozono aumentarán y el grosor del hielo disminuirá… por lo que las emisiones de yodo seguirán aumentando y existirán más núcleos de condensación aquí.

Pero, entonces, ¿habrá más nubes, menos… cómo afectará esto al clima Ártico y al resto del mundo? Pues no se sabe porque, ¡este proceso no está incluido en los modelos climáticos! Así que tendremos que esperar a ver cómo responden dichos modelos cuando sepan cómo se comporta todo esto.

En definitiva, queda muchísima investigación por delante, empezando por confirmar esta información con más medidas, incluir en los modelos esta fuente de núcleos de condensación para formar nubes, ver cómo le afecta al Ártico de forma local, a todo el globo…

Pero el punto de partida que pone este estudio es potentísimo y nos demuestra, una vez más, todo lo que nos queda por saber aún sobre los procesos de nuestro sistema climático: atmósfera, criosfera (el hielo), hidrosfera, biosfera… (es que es alucinante la cantidad de puertas que se abren)

Y, antes del final, quiero agradecer enormemente a Alfonso Saiz López, del Departamento de Química Atmosférica y Clima del CSIC, el haberme puesto sobre la pista de este artículo, las implicaciones que tiene y su infinita paciencia con todas las preguntas que le he hecho para poder escribir este texto. 

¡Y ya acabo! Espero que os haya gustado este artículo. Como veis, aún nos queda muchísimo por aprender sobre la interacción de los componentes del sistema climático y su implicación a nivel local y global. Una investigación muy interesante y que puede tener consecuencias a nivel global porque, ya sabéis, que lo que pasa en el Ártico, no se queda en el Ártico.