Uno de los argumentos que más escuchamos para restar responsabilidad de las acciones ser humano en el cambio climático es el poco porcentaje que suponen sus emisiones respecto a otras fuentes. Pero, ¿esto es realmente así? Y, en ese caso, ¿es despreciable esa contribución? ¿Cómo podemos saberlo? Os cuento.
Los flujos de CO2
En primer lugar, para ver si el ser humano emite mucho o poco, tenemos que echar un vistazo a los flujos de CO2 que vienen de un lado, de otro… Esto es algo que podemos encontrar en el propio IPCC (por ejemplo, en la Figura 6.1 del AR5-IPCC) y que os resumo en este post-it. Veamos… ¿Qué emite más, la “naturaleza” (flechas azules) o el ser humano (flechas rosas)?
Anda… ¡Si la naturaleza emite más! Pero si nos quedamos sólo con ese resultado estaríamos contando las cosas a medias porque, al igual que hay flechas hacia arriba, las hay hacia abajo… Claro, es que el carbono sigue un ciclo y, al igual que hay emisión de CO2 a la atmósfera, ¡también hay captura! Si tú emites mucho pero también capturas mucho estás en equilibrio. De hecho, ese equilibrio existía y es lo que el ser humano ha roto “poquito a poquito”.
Esto podría asemejarse a lo que nos pasa con la comida. Como hablaba con Gemma del Caño (farmagema): no pasa nada por comerte una hamburguesa un día, apenas lo vas a notar. Pero si todos los días te comes una, terminarás engordando y a la larga podrás tener más problemas. Vale, que si además de comernos esas hamburguesas hacemos mucho ejercicio, podemos compensar ese extra que le estamos metiendo al cuerpo y estar en un relativo “equilibrio” (al menos en cuanto al peso, en otras patologías no me meto porque no conozco el tema). Así que volvamos al clima con eso de absorber las calorías de la hamb… digo el CO2.
A día de hoy, nuestra capacidad para absorber el CO2 extra no es suficiente y no podemos confiar en que aparezcan solucionen tecnológicas en un futuro próximo. Además, limitar únicamente el CO2 en la atmósfera no serviría para solucionar otras cuestiones (ni mucho menos optar por otras técnicas que limiten el calentamiento de la Tierra, como tapar el Sol…). Otro día os hablaré de ello, ¡sigo por donde iba!
Por si os habéis despistado, estábamos viendo el post-it. Que si flechas arriba, flechas abajo… el resultado final de los océanos y la vegetación es el de absorber. Están quedándose con el CO2 que emiten ellos mismos y, además, con un porcentaje de lo que emite el ser humano (y menos mal). Para rizar más el rizo, resulta que esa absorción y emisión en la naturaleza ha cambiado desde la industrialización. Eso, precisamente, es uno de los indicadores que nos sitúan como principales responsables del cambio climático. Sin nuestras emisiones no se explicarían algunos cambios como la acidificación de los océanos, entre otros. Podríamos decir que los océanos están siendo un gran salvavidas, absorbiendo ~30% del CO2 antropogénico. Pero esa absorción extra no le sale gratis: está cambiando sus propiedades químicas, alterando los ecosistemas que habitan ahí.
¿Cómo podemos saber que ese CO2 lo está generando el ser humano?
Llegados a este punto os podríais preguntar: ¿cómo puedes estar segura de que ese CO2 es antropogénico? Y es una pregunta razonable, porque el hecho de que los cambios empiecen con la industrialización podría ser fruto de una casualidad… pero no, porque no es la única pista que tenemos. Hay varias que apuntan a lo mismo aunque, para no hacer demasiado largo este post, os voy a contar dos más. Pongámonos en modo detectives y hagámonos algunas preguntas. Pensemos, ¿cómo podríamos comprobar si ese carbono viene de nuestras actividades?
Si ese CO2 viene de la quema de combustibles fósiles, ¿no se necesitaría oxígeno para QUEMAR? ¿Acaso ha habido un descenso similar en la concentración de oxígeno en la atmósfera? Anda, pues sí, lo ha habido. A ver, calma, que no nos vamos a quedar sin oxígeno para respirar, ¡esa reducción es muy pequeña teniendo en cuenta la cantidad de oxígeno que hay en la atmósfera! Pero es otra de esas pistas que apuntan a las actividades del ser humano como responsables del cambio climático.
Vamos a seguir con esta investigación (y con esta pista acabo). ¿Podríamos llegar a identificar de dónde viene “un carbono”? ¡Podríamos! Se hace a través de las proporciones entre el carbono 12 y 13, diferentes isótopos del carbono (mismo número de protones pero distinto de neutrones). Grosso modo, en la atmósfera debería haber unas concentraciones determinadas y relativamente estables entre estos isótopos de carbono. El mayoritario es el carbono 12 (6 protones y 6 neutrones en el núcleo), mientras que el carbono 13 es muy minoritario.
Esta proporción entre carbono 12 y 13 es parecida en la atmósfera y los océanos, pero no en las plantas, que tienen muchísimo menos carbono 13. Si los combustibles fósiles vienen sobre todo de plantas muy antiguas, en la atmósfera tendría que bajar la proporción de carbono 13… Vaya, pues otra pista que apunta hacia los combustibles fósiles y, por tanto, hacia nuestras acciones para explicar lo que estamos observando.
Y podríamos seguir con esta investigación detectivesca para ver de dónde vienen los flujos de CO2, dónde ha habido más absorción de oxígeno… pero no será hoy cuando lo cuente porque me está quedando algo largo este post.
¡Así que ya termino! Como veis, son varias las pistas que apuntan hacia las emisiones de CO2 antropogénicas como responsables del cambio climático, junta a las que demuestran que otras causas naturales no tienen nada que ver con ello. Pocos aspectos en el mundo tienen el consenso que tiene este tema: el cambio climático es real y está causado por las emisiones del ser humano. Son la razón de un desequilibrio peligroso en muchos aspectos, aunque puedan parecer “pequeñas”. ¡Gracias por leer y compartir!
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